No aprendimos la lección

El cine estaba lleno de gente rara. Algunos andaban con mascarillas y estaban solos. Pablo también estaba solo, era primera película que veía solo. Pero no la vio. Se quedó pegado mirando a las personas. Tuvo la suerte de tocarle una niña muy simpática a su lado. Un poco fea, pero daba igual. Ellos dos eran de los pocos que andaban a cara descubierta. Hace un par de semanas murió la décimo novena persona de ataque al corazón por creer que estaba contagiado. Así que ahora todos andan con tapa boca para ahorrarse el susto.

- ¿Y tú? ¿Siempre venís solo al cine?
- Sí, osea no. Primera vez. Es que a nadie le gusta esta película.
- Pero la sala está llena.
- Igual quedan algunos asientos abajo.
- Sí, aparte que ya no se puede ir al estadio, no hay fiestas, no hay festivales ni grandes celebraciones.
- Sí poh. Estaba súper aburrido en mi casa.
- Yo me saqué esa cuestión de la boca a la entrada.
- A mí no me obligan a usarla. Pero igual ando con una mascarilla en el bolsillo por si hay pacos afuera.
- Yo no la usaría nunca. No podría estar hablando contigo ahora.
- Pero podríamos hablar por eme ese ene.
- Sí. Dame tu mail, mejor.

Los hicieron callar desde unos puestos más atrás. La película era sobre una niña y su hermano. Ambos se defendían con la vida. Vivían todo el rato juntos. Se pasaban la tarde entera pelando a la gente del colegio. Los hermanos Gentiles, eran. Años más tarde se pelearon para siempre. Martín, el hermano menor, vio a su hermana haciendo el amor con su pololo. El niño se sintió traicionado. Martín Gentil le gustó a Pablo. Quería ser como él.
Salieron juntos del cine. La niña esperó el auto de su mamá, se subió, se puso la mascarilla y con las manos le hizo el gesto de escribir en un teclado. Así como para que chatearan en la noche.

Pablo sonrió y tomó un taxi. Las micros se prohibieron la semana pasada, cuando se rumoreaba que las Bip! estaban infectadas. Qué asco.