La jalea. Los cuentos del tío, de la tía y de tu hermana.

Señor Empleador:

La rutina de este lugar ya no me convence. Siento el aire acondicionado cada día más tenso y el hombre de la polera amarilla no lo arregló nunca más. Esta silla negra me dejó la espalda doblada y cada vez que pienso en eso me aflijo. Así nadie puede trabajar.

No quiero recriminarle nada, usted ha sido un ángel conmigo en este ministerio. Pero ya no puedo continuar. Cómo le explico, cómo le explico que me quiero ir. Estoy tratando de serle honesto y es por eso que pensé en esto. Nada más. Últimamente todos andan mirándose de reojo y eso no ayuda a nadie. Una tarde desocupada me puse a espiar por el cerrojo de mi cápsula y capté claramente dos codazos entre mis mayores. Y eso que no estaban jugando ni mucho menos. También me fije en la forma que tienen de actuar cuando llega usted al lugar. Ya me transformé en el maldito soplón de siempre, pero me da lo mismo. Me quiero ir de este lugar.

Siempre quise llegar acá, eso no lo dude. Pero no sé, me imaginaba otra cosa. Cuando era niño siempre me dijeron que iba a ser feliz trabajando aquí, en lo que yo quería. Pero hoy está todo distinto. No sé qué voy a comer mañana pero no quiero que ese sea el eje de mis acciones. La decisión la consulté con mi terapeuta y me apoyó. Es momento de que presente mi renuncia.

Pero hay más, no quiero que piense que sólo me voy por flojo y desencantado. Estuve muy enfermo y me di cuenta del por qué. La comida de acá no vale nada. Me dan puras cosas raras que huelen a zapatos y nunca puedo preguntarle al cocinero qué son. Hay que fijarse más en la procedencia de los alimentos creo yo, como recomendación, digo. No sé, haga lo que quiera. Pero tenga cuidado, que ya muchos se están dando cuenta de la situación. Obviamente va a contar con los cafiches de siempre, pero eso no me sorprende. Me alegraría saber que existe más gente que quiera volar de acá y presentarle este sobre. Yo le pido a usted que no se vaya. Nació mandando y así mismo tiene que morir. Y ahora mismo lo dejo de tutear, este simple poder me da la facultad de llamarlo como a todo el mundo. Por que eso eres, parte de todo el mundo. Ahora te veo tan simple que no me importa quedar sin trabajo. En fin, ten felices fiestas y espero que encuentres a alguien mucho mejor que yo para mis labores. Alguien que rinda el triple y te lustre las botas toda la tarde.

Yo, renuncio.