2 + 2

Me dí cuenta que para mí eres dos personas. La que eras antes, y la que eres hoy. Me dí cuenta con la música. Me dí cuenta con el tiempo. Caché que cerramos un ciclo y abrimos el mejor círculo hace algunos meses.

No creo que una sea mejor que la otra. De hecho, me enamoré de las dos. Pero escuché una canción que nos dedicamos hace un par de años: yo viajaba al norte y tú por el celular me pedías que me acordara de ti. Y tú sabes cómo lo hice. Cada noche de vacación te tenía en la cabeza y una llamada (del mismo celular) lo confirmó.

De esa niña todavía hay mucho. Por algo estamos aquí. Pero a mí (al menos) me impresiona la forma en que la música marca el tiempo. Esos tiempos en que te tenía como un imposible, como un proyecto eterno que no me animaba a concretar. Eras como la felicidad en píldoras, esas que prometen todo y no actúan nada. Y era todo por mi culpa. La única forma de tenerte de la mano era con la música. Con nuestras canciones.

Me gustaba tenerte así. Como algo perfecto.

Pero ahora es mucho mejor. Ahora es diario. Ahora también es perfecto dentro de tanta irregularidad. Es un bien necesario, como esas cosas tan psicópatamente buenas que terminan haciéndote mal si no están. Algo así como el amor. Hoy hay mañanas melosas, ricas y únicas. Todas junto a ti.

Al final, en este interminable final, creo que los dos somos dos personas distintas. De lo que fuimos a lo que somos. Y me encanta, me encanta que los cuatro todavía salgamos de la mano a caminar.