("Está despejada la pista cuatro, Melocotón one. Tome dirección Norte y emprenda el vuelo, buen viaje. Bienvenido a la flota")
Al oír la orden, Manuel tomó la palanca del freno y soltó la nave. Suavemente fue apretando la aceleración, y cuando el marcador decía que el Boeing llegó a los quinientos kilómetros por hora, tomó el control de vuelo y lo llevó lentamente hacia su vientre. El avión se verticalizó. Manuel se sintió más cerca del cielo.
("Señores pasajeros hemos despegado sin problemas desde el Aeropuerto Internacional de Santiago rumbo a las Islas Canallas. Cuando la luz que tiene en su frente se apague, podrán pararse y tomar aire. Quizás quieran algún cafecito o simplemente menear el traste. Tranquilos que al mando está el Capitán Manuel Santibañez, quien les habla. No se decepcionarán, Aerolíneas Transmundo está con ustedes"). Justo cuando Manuel cortó el micrófono central, se largó a reir junto a José, su copiloto. Era su primer viaje como piloto comercial y siempre quiso decir algo distinto al resto. Sueño cumplido.
Medio día. Desde el aire Santiago parece una urbe desarrollada, luego las casas se van transformando rápidamente en hormiguitas, hasta que sólo logras distinguir grandes prados en formas cuadradas, toda la tierra parece un rompecabezas. Ya en el aire, sólo quedan colores y las montañas como paisaje, "es como un viaje en el tiempo..." le comentaba un pequeño a su mamá.
A Manuel nadie le quita la sonrisa, está al mando de un avión enorme y tanta preparación al fin estaba rindiendo frutos. Antes de partir, se fijó puntualmente en cada pasajero, en su mayoría mujeres y algunos niños. De entre la fila, notó a una hermosa niña de tez pálida, pelo castaño y liso. La pequeña iba muy asustada y con un osito de peluche de China en las manos. Lo miró a los ojos y un "confío en usted señor" salió angelicalmente de sus labios.
Ya van tres horas de vuelo y Manuel activó el Control Automático del Boeing. Cualquier piloto lo pone media hora después de salir, Manuel no, quería estar seguro de la dirección y habló unas tres veces con la torre de control para confirmar la ruta.
Una vez relajado, el flamante capitán desabrochó su cinturón y se levantó. José se quedó en la cabina leyendo el último número de la revista SQP. Cuando sale de la cabina, Manuel se encuentra con dos azafatas cahuineando mientras se limaban las uñas.
"¿Viste a ese empresario canoso que va en primera clase? Es un churrazo y debe tener más plata que un doctor. Ya le he dado cinco Vodka-naranja, así que en cualquier momento me pedirá mi número o algo así. Cuando lleguemos a las islas me lo enbáuco. Jijiji... AH! Hola Capi, todo bien?"
Cuando el capitán salió por la puerta, las azafatas corrieron a atenderlo. Manuel había escuchado todo y le quedó dando vueltas eso del empresario. "Sí, todo bien. Vengo a chequear a los pasajeros".
En verdad poco le importaba la primera clase a Manuel, en tierra tienen tanto resguardo que en el aire podrían aguantar fácilmente alguna incomodidad. Caminó directo a la clase económica.
Después de la última cortina se encontró con cientos de filas de enojados viajeros. Niños llorando, comidas vencidas, poco aire y uno que otro vomito en el piso. Al entrar en el espacio, las pifias aplastaron a Manuel. Platos plásticos de puré cayeron encima del nuevo traje de capitán que había recibido ese mismo día. Casi ni habían ido auxiliares de vuelo hacia esa clase y muchos se sentían engañados. El capitán se enfureció, tomó todos los platos preparados que habían en un compartimiento del avión y los comenzó a lanzar a los turistas, un par de hombres se levantaron a golpearlo. Al percatarse, las azafatas corrieron a socorrer a Manuel, a botellazo limpio sacaron del peligro a su querido capitán.
"Yo quiero que todos estén bien. ¿Por qué reaccionan así? Me preocupé por todos", sollozaba Manuel.
"¡Alerta seis, motín de pasajeros!" José se despierta tendido sobre el tablero con un río de baba sobre los controles. Sin abrir los ojos pulsó el botón de asiento obligatorio y cinturón de seguridad. En su nebulosa, José desactivo también todos los seguros.
Los pasajeros se tornan en peleas internas. Algunos pedían la calma, otros indignados querían tomarse el avión. Otros ni siquiera se inmutaron y otros trataron de hacerse los indiferentes. De la primera clase poco se supo.
En un momento se encendió la luz de máximo peligro. Una compuerta del avión se acciónó, en cosa de segundos Manuel miró la puerta del ala sur y vio a la niña llena de lágrimas con su mano en la palanca de apertura. Una mirada de rabia y una pequeña luz verde abrió la puerta de la nave. La niña salió despedida hacia el cielo cuando aún apretaba con fuerza su peluche, acto seguido, todas las personas fueron expulsadas por la presión del aire, Manuel fue el último en ceder, sin quitar sus ojos de la dirección en que fue la niña. Boom. Caput.
Al oír la orden, Manuel tomó la palanca del freno y soltó la nave. Suavemente fue apretando la aceleración, y cuando el marcador decía que el Boeing llegó a los quinientos kilómetros por hora, tomó el control de vuelo y lo llevó lentamente hacia su vientre. El avión se verticalizó. Manuel se sintió más cerca del cielo.
("Señores pasajeros hemos despegado sin problemas desde el Aeropuerto Internacional de Santiago rumbo a las Islas Canallas. Cuando la luz que tiene en su frente se apague, podrán pararse y tomar aire. Quizás quieran algún cafecito o simplemente menear el traste. Tranquilos que al mando está el Capitán Manuel Santibañez, quien les habla. No se decepcionarán, Aerolíneas Transmundo está con ustedes"). Justo cuando Manuel cortó el micrófono central, se largó a reir junto a José, su copiloto. Era su primer viaje como piloto comercial y siempre quiso decir algo distinto al resto. Sueño cumplido.
Medio día. Desde el aire Santiago parece una urbe desarrollada, luego las casas se van transformando rápidamente en hormiguitas, hasta que sólo logras distinguir grandes prados en formas cuadradas, toda la tierra parece un rompecabezas. Ya en el aire, sólo quedan colores y las montañas como paisaje, "es como un viaje en el tiempo..." le comentaba un pequeño a su mamá.
A Manuel nadie le quita la sonrisa, está al mando de un avión enorme y tanta preparación al fin estaba rindiendo frutos. Antes de partir, se fijó puntualmente en cada pasajero, en su mayoría mujeres y algunos niños. De entre la fila, notó a una hermosa niña de tez pálida, pelo castaño y liso. La pequeña iba muy asustada y con un osito de peluche de China en las manos. Lo miró a los ojos y un "confío en usted señor" salió angelicalmente de sus labios.
Ya van tres horas de vuelo y Manuel activó el Control Automático del Boeing. Cualquier piloto lo pone media hora después de salir, Manuel no, quería estar seguro de la dirección y habló unas tres veces con la torre de control para confirmar la ruta.
Una vez relajado, el flamante capitán desabrochó su cinturón y se levantó. José se quedó en la cabina leyendo el último número de la revista SQP. Cuando sale de la cabina, Manuel se encuentra con dos azafatas cahuineando mientras se limaban las uñas.
"¿Viste a ese empresario canoso que va en primera clase? Es un churrazo y debe tener más plata que un doctor. Ya le he dado cinco Vodka-naranja, así que en cualquier momento me pedirá mi número o algo así. Cuando lleguemos a las islas me lo enbáuco. Jijiji... AH! Hola Capi, todo bien?"
Cuando el capitán salió por la puerta, las azafatas corrieron a atenderlo. Manuel había escuchado todo y le quedó dando vueltas eso del empresario. "Sí, todo bien. Vengo a chequear a los pasajeros".
En verdad poco le importaba la primera clase a Manuel, en tierra tienen tanto resguardo que en el aire podrían aguantar fácilmente alguna incomodidad. Caminó directo a la clase económica.
Después de la última cortina se encontró con cientos de filas de enojados viajeros. Niños llorando, comidas vencidas, poco aire y uno que otro vomito en el piso. Al entrar en el espacio, las pifias aplastaron a Manuel. Platos plásticos de puré cayeron encima del nuevo traje de capitán que había recibido ese mismo día. Casi ni habían ido auxiliares de vuelo hacia esa clase y muchos se sentían engañados. El capitán se enfureció, tomó todos los platos preparados que habían en un compartimiento del avión y los comenzó a lanzar a los turistas, un par de hombres se levantaron a golpearlo. Al percatarse, las azafatas corrieron a socorrer a Manuel, a botellazo limpio sacaron del peligro a su querido capitán.
"Yo quiero que todos estén bien. ¿Por qué reaccionan así? Me preocupé por todos", sollozaba Manuel.
"¡Alerta seis, motín de pasajeros!" José se despierta tendido sobre el tablero con un río de baba sobre los controles. Sin abrir los ojos pulsó el botón de asiento obligatorio y cinturón de seguridad. En su nebulosa, José desactivo también todos los seguros.
Los pasajeros se tornan en peleas internas. Algunos pedían la calma, otros indignados querían tomarse el avión. Otros ni siquiera se inmutaron y otros trataron de hacerse los indiferentes. De la primera clase poco se supo.
En un momento se encendió la luz de máximo peligro. Una compuerta del avión se acciónó, en cosa de segundos Manuel miró la puerta del ala sur y vio a la niña llena de lágrimas con su mano en la palanca de apertura. Una mirada de rabia y una pequeña luz verde abrió la puerta de la nave. La niña salió despedida hacia el cielo cuando aún apretaba con fuerza su peluche, acto seguido, todas las personas fueron expulsadas por la presión del aire, Manuel fue el último en ceder, sin quitar sus ojos de la dirección en que fue la niña. Boom. Caput.
5 opinan:
Carlis pero qué es esto!, esperaba encontrarme con algo más feliz! jajaja...naa, mira me gustó la jalea, fue distinto...pero no sé...creo que lo que más me aungustió fue la niña, era la idea, no? Siii, te caché...muy bien
cuidate nos vemos en la U...besos carlangas
¿Viste a ese empresario canoso que va en primera clase? Es un churrazo y debe tener más plata que un doctor.
jajaja me cague de la risa con esa frase. Qué concepto tení de las mujeres.ahh ..ahh?????
Besos carlitos!
nos vemos en la u
cuidate
aioxxx
Tenís que apurarte por que la niña está volando hacia lo más profundo de sus sentimientos. Si te demoras mucho quizás sea imposible que le saques toda esa rabia que le dejó la incumplida promesa.
Esta vez jalea de avión. rica, pero poca. Adios
haaaaaa... eso fue realmente una jalea.
pobre niña, pobre capitán, quizás se encuentren en el lugar menos esperado y ahí sí, él podrá cumplir su promesa.
besos
cuidate!
Angeliña!! :)
Piloto egresado del Simón Bolivar, creador de LOST y con espíritu Jesuita.
Que chori.
Publicar un comentario