Me rendí y levanté los brazos

Estaba escrito en mi hoja. No tenía idea cuando, pero tenía que venir. Me superan tus ojos. Me quedé pegado en tus mejillas, y no hay cómo pelear contra eso. Me doy. Me saco la chucha cada vez que quiero hablarte. Y es casi masoquista. Me tropiezo a cada rato cuando camino junto a ti, y me gusta pensar que eso no es intencional. Caigo como loco, me revuelco en la calle. Pierdo feliz. La derrota era tan anunciada que me parecía lo mejor. Como Pinochet, corrí solo y perdí igual.

Es más, perdería todo, con tal de que lo ganes tú. De repente no me importa nada si siento tus brazos a mi alrededor. Tu ceja inquieta me dejó mareado dos noches seguidas y no vi venir dos patadas en las canillas, pum! al piso contigo. Que rápida que saliste. Ahora te exijo que te rindas conmigo, acá abajo se echan de menos tus conversaciones. Si quieres resfriégame en la cara la victoria, será la humillación más dulce. O así me sabrá junto a ti, como todo. Toda esta lucha es tan natural como nosotros, no necesito ni casco ni uniforme. Ya lo sabes, llévame pacíficamente y ataca! AH!

Hay demasiadas razones para declararte la guerra; por ahora me uno a ti.