3 de septiembre de 2007

Rojo Sangre

Antonia Rojas vive en un antiguo departamento de la calle Ricardo Lyon de la ciudad de Santiago de Chile. El país pasa por uno de sus mejores momentos a nivel económico, una nación en vías de desarrollo donde la tecnología médica también va evolucionando. Hace cuatro años que Antonia trabaja en el Hospital Sótero del río como jefa de Urgencias. Ella es una mujer muy introvertida, dedicada cien por ciento a su trabajo. De muy pocos amigos, Antonia siempre vivió muy sola. Tiene una extraña enfermedad que poca gente sabe: Daltonismo. Se le confunden algunos tonos, le es difícil distinguir colores de otros, aunque había algunos en particular que los veía más nítidos que cualquiera, como el violeta. Nunca pudo combinar bien su ropa, mucho menos reconocer transportes ni señales. Esta particular enfermedad generó una obsesión en ella, comenzó a estudiar los colores, sus fórmulas y combinaciones. Nunca pudo ver un color tal como es.

Durante años Antonia buscó la cura para su percepción de los colores. Se alejó de todo su entorno. Se sentía especial. La enfermedad la heredó de su mamá, quien desde que Antonia era niña la ayudó a lidiar con sus problemas de colores. Cuando su mamá murió, Antonia se quedó sola en Santiago. Nunca conoció a su papá, tampoco tuvo hermanos, mucho menos una familia numerosa. Trabajando y estudiando a la vez logró sacar su carrera de Medicina en la Universidad de Chile. Hoy tiene 34 años y no tiene un perro que le ladre. Todos los días son muy parecidos a los otros en la vida de Antonia. Siempre acomplejada por su vista, es la persona menos sociable del hospital. Muy temprano sale de su departamento totalmente decorado de blanco y negro para dirigirse a su trabajo. La sala de Urgencias es el lugar que le brinda algo de vertigo a la rutina de Antonia. Heridos de bala, de arma blanca o peleas callejeras; nada parecía sorprender a la doctora. La sangre, aquello era lo que más la intrigaba. Todos sus colegas le comentaban el color que tenía la sangre, todos los días debían observar sangrientos espectáculos. Antonia ni siquiera podía distinguir la sangre de algún jugo del casino.

Hace algunos meses atrás Antonia pudo describir su real problema, la Protanomalía. Esta enfermedad es del tipo de Daltonismo Tricromático, los cuales tienen efectos menos notorios. Antonia es un caso especial. Ella sufre de una débil percepción del color rojo, no lo diferencia. Las personas como ella perciben el color rojo de manera muy distinta a los demás, tanto en la intensidad y el brillo de los colores. El tono rojo aparece desplazado hacia el verde. La sangre, las manzanas, su blusa roja. Para Antonia todo se teñía de verde.

La noche buena de ese año algo cambió. A eso de las 11 de la noche llegó un paciente muy herido, había sido asaltado cuando se dirigía hacia su casa en La Florida. Como todas las noches, Antonia era la encargada del último turno. Ella no tenía mucho que celebrar. Al ver entrar la camilla le preguntó el nombre al herido. “Andrés” le contestó con pesar. Acto seguido, se encontraba junto a él viendo sus múltiples cortes y contusiones. Una profunda impresión sintió cuando observó la sangre de Andrés. Era de un rojo intenso, tal como tantas veces le habían descrito el color de la sangre a Antonia.

Lentamente le puso un par de vendas a Andrés. No quitaba en ningún momento la vista de su sangre. Estaba feliz, quizás había encontrado la cura para su percepción de los colores. Ante la cara de dolor del paciente, Antonia aplicó una fuerte anestesia en Andrés, de esta forma no sufriría la excitación de ver el cuerpo bañado de rojo de la doctora.
Antonia comenzó a hablar como nunca antes. Le preguntó por su vida, por su familia. Poco a poco Antonia fue narrando la historia de su vida: sus colores. Relataba su infancia y lo importante que eran para ella los verdaderos tonos de los colores. Pasaron las 12 de la noche y hasta un fraterno abrazo de navidad nació entre los dos, aunque poco le importaba a Antonia la navidad. Justo cuando le contaba a Andrés sobre el único amor de su vida, él cerró los ojos. No hizo ni un ruido de dolor ni de llanto. Antonia, con las manos y brazos empapados en sangre, comenzó a llorar sobre el cuerpo desangrado de Andrés. Cualquiera que la hubiese visto en aquella sala de urgencias esa noche pensaría que lloraba de pena por el hombre muerto desangrado. Pero no, Antonia lloraba de alegría por el color. El rojo sangre.

5 opinan:

Daniela Valdés dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ariomapuche dijo...

Cuidado con Carrasquito's plagio.

ariomapuche dijo...

Rojo Sangre, la nueva teleserie de TVN.

mendigo_millonario dijo...

Me da mala suerte el rojo, quizás a ella le pasó lo mismo. Lo peor que le pudo haber pasado fue conocer el color rojo sangre, porque desde ese momento supo lo que era el sufrimiento.
Ta bueno guión homosexual.
adios

Mr.Floyd dijo...

Te quiero hno de tertulias y de vida wn ;)

 
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