19 de marzo de 2008

La causa

Jeremías no quería nada. Vivía en un departamento en la calle San Isidro, con su papá y su hermano. Hace cinco años que el Ejército se había tomado el gobierno hasta el fondo, pero él no entendía mucho. No estaba ni ahí, total, él se iba a ir.
La única lata era que ya no podía caminar hasta tarde por la calle como lo hacía con Camila, la niña del segundo piso.

Jeremías terminó el colegio el año anterior, no quiso entrar a la universidad. Existían tantos límites que lo ahogaban un poco más que antes. Que si estudia en la Chile es comunista, que si se va a la Cato se va a convertir en momia. Poco sabía él.

Hace años que quería recorrer el mundo. Con suerte conocía hasta Concepción, y de ahí para el norte, nada. Pero da lo mismo, a él todo le daba lo mismo, decían.
Su papá trabajaba en una fábrica de empanadas, las mejores de Ñuñoa y Santiago. Su hermano chico, el Toby, iba en cuarto básico y se la pasaba leyendo comics todo el día.

Jeremías tenía tanto tiempo libre que se hizo militante del PS un sábado por la noche, borracho. Sin idea de ideologías o política, fue uno de los líderes del movimiento juvenil. Todas las noches se reunían en un clandestino a juntar plata, carretear e ir a pintar murallas en contra del tirano.
No pasó mucho tiempo para que se llevara a Camila a la causa, compañera.

Así se pasaron todo el invierno del '79. Arrancando de los pacos, de los guanácos y de los ratis. Formando un grupo muy especial de amigos con un mismo fin. Estaba de moda entre los jóvenes protestar, pero para el Jere era algo mucho más allá de hacer ruido. Él realmente quería crear un cambio antes de irse. Sentía que le debía algo a su papá, cuando lo veía llegar a la media noche muerto de cansado y con el olor a pino metido hasta en los calcetines. Quería al menos dejarlo seguro. El papá de Jeremías tenía un pasado comunista y no faltaba mucho para que fueran a allanar la fábrica.

Jeremías se había enamorado de la revolución. Ya llevaba un par de días en la cárcel y se ganó cierto respeto en todo el movimiento. Una noche traicionera, el Jere caminaba con Camila de la mano, sin miedo al toque de queda y una botella de tequila en la otra mano. Al doblar por la esquina de Alameda con Santa Rosa, un Carabinero los amenazó con una pistola. El Jere agarró a su amiga del brazo y corrieron calle abajo. Sentían que volaban, no había de qué temer.

Dos balas en la espalda y una en la cabeza. Para Camila una bala en la pierna y una noche en la comisaría que nunca olvidará. Hasta luego nuevo amor.

4 opinan:

Anónimo dijo...

uhhh que denso tu texto ..
me gusta más cuando escribes cosas cariñositas .. (Y)
te veo luego
chau FERREIRA.

Daniela Valdés dijo...

loreeeeo como dice tu nick :)
me gusta como escribes hombre ! tienes harto talento...
saludoooos carlillos y nos vemos en clases con el mijito rico de opinión xD.

ariomapuche dijo...

Mi tío mató a ese weon... por longi.
Pero bueno, no importa, la mayoría a esa hora dormía y pensaba en ver Pin Pon en blanco y negro al día siguiente.

Conoció a la familia de Tóbal en Conce? Yo creo que si, pero huyó, año 79 y jorge gonzalez en 4 básico pensando en pseudopillos y luego prisioneros, uohh oh oh buena oonda, a follar ex mechooonas...

saludos ferre... herrera en portugués.

Anónimo dijo...

Carlitos!
me gusto!!!
el final super triste si =(
pero me encata como escribes!
siempre te lo he dicho!!!
un beso
chocho
Magda

 
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