10 de octubre de 2010
SIN TÍTULO (TUS PODERES)
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4 de octubre de 2010
De por qué te quiero
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11 de mayo de 2010
Carta para mí
Existen cosas que se disfrutan así, sin preguntarle a nadie, sin esperar a las personas que no lo disfrutan como tú. Y es lógico. No te lo cuestiones. Hoy tienes que ir a arreglar la bicicleta que sonaba ayer. ¿Te acuerdas? Hueón, casi mueres dos veces en dos días. No es la idea. Hay que soltar el acelerador de repente. Como cuando bajabas por Grecia y te ibas en el carril de al lado imaginando qué conversaban esas dos amigas. No es intromisión. Lo sé. Es sólo curiosidad. De esa buena.
Así que aprovecha. Que los días pasan rápido, y todas las verdes están sincronizadas. No te vayas a paro, eso sí. Eso déjaselos a las revoluciones mecánicas. Tú anda y sáltate la baranda. Y del moretón no te preocupes, siempre estarán los pantalones.
Como dice un gran amigo: Un abrazo de gol (imagínatelo)
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26 de enero de 2010
840 DÍAS
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20 de enero de 2010
Carta abierta a quien quiera recibirla
Querida(o):
Quiero que sepas que sigo soñando esos sueños que compartimos. Esos en casas y departamentos con algunos niñitos (dos o tres) revoloteando por la casa. Me río siempre. Porque apareces de repente enojada con los niños que te desordenaron el living. Y hasta tu pieza la destrozaban. No sabes cómo te enojabas. Después, por la tarde, los cuatro (o cinco quizás) íbamos a comer algo rico a algún restaurant. ¿Te acuerdas que ni uno de los dos sabe cocinar? Yo me acuerdo de tantas cosas todos lo días. De verdad. Es como si todos los días hubiese un capítulo nuevo que recordar. El mismo episodio que, un ratito después de reirme, me parte el corazón.
Voy a aprovechar que quisiste leerme para decirte que me robé un poco de tu olor ese día en la esquina. No me costó nada. Entré rápido y con mis dos manos agarré todo el aroma que cabía en mi pecho. Con razón iba tan apretado en el camino. Mi pecho reventó dos cuadras después. Igual seguí respirando, creo. Y sí, si entiendo que todas las vidas deben seguir. Es sólo que yo iba detrás tuyo. He practicado todos mis pecados y no me he dejado ganar, en serio. Si al final soy sólo un ser humano esperando a otro. Quédate aquí. ¿Se me olvidó decirte algo? Ojalá que sí. No quiero terminar de contarte cosas. Ahí sí que ya andaría partido en dos.
Ahora te dejo (de escribir). Tengo que acompañar a mi mamá a no sé dónde. Estabas invitada(o), como siempre. Algo le inventé: que ibas (y volvías) a Marte. A mí me da lo mismo. Yo siempre voy aMarte.
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15 de enero de 2010
Vuelta
Las mismas cosas te demuestran que es necesario volver. Cuando puedes experimentar segundas sensaciones con las mismas cosas, es cuando sacas conclusiones. Porque la seguridad viene con la confirmación. Hoy me confirmé lo mucho que te puedo extrañar en tan pequeño lapso de tiempo. Me aseguré de saber con quién estabas, dónde estabas y cómo ibas. Porque, aunque no lo creas, sólo me importa asegurarte a ti. Como un seguro sin trabas ni compromisos ni letras. Y eso que a veces me gusta echarte de menos, y así puedo volver a disfrutar un poco más de ti. Qué bueno es esto de volver a escribir. De vuelta.
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2 de noviembre de 2009
27 de octubre de 2009
Respuestas en viaje
Ya te veo mirando las vitrinas, hablando en otros idiomas y enseñando matemáticas. Prendiendo fuegos artificiales y durmiendo de lado. Sonriéndole a las azafatas y tranquilizando a los nerviosos. Te veo como acá, cuando todavía quedaban preguntas.
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20 de octubre de 2009
No lo puedo evitar
Me encantaría que me dijeras si ves esto. Si te enteras de cuánto te extraño. Que sepas también que hay momentos en que no me conozco, ni mucho menos me reconozco. Me gustaría que me vieras. Que leyeras cada pedazo de mi mente. Te juro, me encantaría que leyeras tantas cosas. Déjame decirte que estoy en cualquier parte. Que no puedo terminar lo que empiezo. Que cada minuto se hace tedioso porque a cada rato pasas por acá. Me gustaría, sí, me gustaría que estuvieras sintiendo igual que yo. Así de egoista. Pero sólo porque de esa forma me entenderías.
Quiero que sepas que me faltan tantas cosas, cosas que quizás nunca tendré. Pero también quiero que te metas en la cabeza, sólo si lees esto, que no hay nadie que te dibuje tantas veces en su cabeza. Tantas veces como yo. Me encantaría que estés bien. Y que estés leyendo esto. Me encantaría(s).
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16 de octubre de 2009
No basta
Domingo tenía una guitarra que amaba con la vida. No sabía ni siquiera tocarla, pero ya se había convertido en su obsesión. La cuidaba como nadie, como quien trabaja con ella. Como esos músicos que se paraban en Matta por las mañanas. De repente la dejaba sola, así como para no parecer un loco. Pero dentro de él, muy dentro de él, lo único que pensaba era en volverla a ver. Todos los días, pañito en mano, le sacaba el máximo de brillo posible. Siempre pensaba que podía brillar más. La pulía como si fuesen sus piernas, como si ese pedazo de madera significara el camino del resto de su vida.
De a poco empezó a sacar notas. Y al final las aprendió todas. Solito. Sin que nadie le enseñara nada. La guitarra misma le enseñó a sentir, a sentir la música y el baile como una extensión de esa cabeza rara que tenía Domingo. Así fue como se enamoró de su guitarra. Así fue como le dieron ganas de ser artista, y de tocar sólo un instrumento, nada más, sólo él y su guitarra.
Todos los días le preguntaba si lo amaba. Le preguntaba a Fernanda, su guitarra, si quería que la afinara y también si pensaba en ser felices. Domingo sólo soñaba respuestas. Imaginaba que ella pensaba lo mismo que él. Pero a veces no basta. Y eso lo sintió Domingo en su corazón. Fernanda quería trompetas, baterías y bajos. Los mismos que Domingo escuchaba en su Mp3. Así que se vendió a Casa Amarilla ella misma. Se empapeló, se puso bonita y se vendió.
Hoy Domingo toca el piano por las noches. Llorando ya aprendió a tocar un Sol.
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